YO CONOCÍ A AMPARO


Yo conocí a Dª Amparo en 1956, cuando Mari, que trabajaba en su casa, me dijo: "Me voy a casar, ¿por qué no te quedas tú en la casa?". Yo le pregunté: "¿Cuántos niños tienen?". "Cuatro", me contestó. Y yo le dije: "¡Qué te crees, que estoy loca!". Mari me dijo: "¡Si son muy buenos!". Y me quedé.

Dª Amparo siempre tenía preocupación por todos los demás, se preocupó de todos, siempre estaba conmigo, a mí me llevó a un oftalmólogo, Melchor Parrizas en Barcelona, era amiga de su hija y yo gané vista, luego nos fuimos a otros médicos de Madrid; el Dr. Lorenzo Cortés me dijo, "has ganado vista con ese ojo". Eso sería por las inyecciones que me ponía Dª Amparo.

Aprovechaba todos las cosas. A mí me cortaba vestidos. Me hizo un traje para los votos de mi hermana Loren, me hizo otro cuando mi hijo tomó la primera comunión. Era precioso ese vestido, no sé porqué me he deshecho de él, porque antes cuando ella vivía, pero ahora como ya no vive, pues piensas, ¿por qué me habré deshecho de ese vestido?

Dª Amparo a mí me tenía hecho un seguro en Valencia, que le dijeron a ella que cuando las mujeres tuvieran seguro del Estado que a mí me valdría; luego me metió a mí en el seguro de los obreros, pero ellos pagaban todo, lo que yo tenía que pagar y lo que ellos tenían que pagar, a mí no me desquitaban nada, me pagaban mi sueldo y mi seguro, unos sellitos azules, y yo ya iba al médico con mi cartillita y todo. Cuando me casé llevaba un poco más de cuatro años asegurada.

A ella le gustaba tener hijos, le habría gustado tener doce, y no se quejaba nunca cuando estaba embarazada.

Trataba siempre bien a todas las personas, a nosotras, las que trabajamos en su casa; a mí no me tenía como una chica, como la criada, a mí me trataba muy bien, muy bien, y a mis hermanos también. Era una persona muy sencilla.

Yo me ocupé de mis hermanos porque mis padres murieron, me quedé con l7 ó l8 años al cargo de todos. A mi hermano Pedro le gustaba ser chófer mecánico. Entonces, a través de un general conocido suyo le metieron para hacer la mili, fue el que le colocó a través de Dª Amparo y su marido, y le metieron a trabajar en el ejército de chófer. Y más tarde ellos también le colocaron en un taller para hacer motores. Y a mi marido también. A mi hermano al llegar le hicieron un reconocimiento médico y le vieron un quiste que tenía en los pulmones, del que le operaron en el San Carlos. D. Federico estaba allí, como si hubiera sido su hijo. Al salir le mandaron tres meses de reposo. Estuvo en la casa de ellos haciendo el reposo de la operación. Han sido como mis padres para mí.

A mi hermana Nicanora la colocaron ellos también en un colegio especial para sordomudos en Valencia y, como había que pagar, D. Federico fue a Toledo al sitio donde dan las becas, fui yo con él, paso él y daban un dinero, pero el colegio pedía más dinero. Yo no sé lo que pasaría pero él consiguió el dinero que pedían en el colegio de Valencia, y todo lo de su ropa, viajes etc. Sus gastos los adelantaba Dª Amparo y yo se lo pagaba poco a poco, como podía, había veces que me decía "anda, anda ¡ya no me dés más hija!". Luego vino a Madrid y trabajo también en su casa, y Dª Amparo la enseñaba y le daba buenos consejos para las relaciones con los chicos, para todo.

Era muy religiosa, muy religiosa, pero era muy normal. Y digo que era muy religiosa, por eso tenía los hijos que Dios le mandaba y tenía tantos hijos, y por eso trataba bien a todo el mundo. Nunca hablaba mal de nadie, no criticaba a nadie. A veces entre chica y señora, pues ya se sabe, a veces cuando se tiene confianza, alguna vez le contestaba. Se han portado tan bien conmigo, mis problemas pues eran de ellos, yo siempre, siempre, le he dicho mis problemas, eran los suyos.

Dª Amparo no se hundía por nada, no se hundía por nada del mundo, tenía una fuerza, ¡tenía que tener una fuerza!, porque el día que le llamé yo para saludarla, porque yo no sabía nada de la enfermedad, yo tenía una silla al lado y me quedé parada, y ella se estaba riendo, me lo decía riendo, ¡me quedé! Y eso se me ha quedado a mí grabado, dijo, "Pues mira, fui al médico y me ha dicho...", yo dije: "¡pero bueno!". Sacaba fuerzas de donde no las había.

Con el marido se llevaba muy bien, yo he estado con ellos muchos años y jamás les he oído una palabra más alta que la otra, jamás los he oído discutir, donde iba uno iba el otro, yo no les he oído nunca discutir, nunca, nunca, nunca. Trataba bien a todo el mundo, ella sentía mucha pena, compasión, de una desgracia que hubiera o de algo.

"¡Fíjate qué pena esto, qué pena lo otro!". Hablaba con ella de muchas cosas, me contaba de todo, chistes, cosas de la vida, hablábamos de todo, no parecíamos chica y señora, más bien amigas. He visto muchas cosas por ellos, que me llevaban, por ejemplo a Barajas, que no lo había visto, me llevaron a conocerlo y ver los aviones, y a Segovia a ver el acueducto, y Ávila y tantos sitios.

Dª Amparo no tenia miedo a la muerte, porque creía en Dios, creía mucho en Dios, para mí que ella pensaba que se moría, pero no se moría, que no acababa allí la vida.

Dª Amparo solamente por los hijos que ha tenido, que los ha tenido todos muy seguiditos, que eso no todas las señoras lo hacen porque les gusta arreglarse y pintorrearse, y ella no, se sacrificó por eso, por hacer la voluntad de Dios. Es que era muy religiosa, enseñaba a rezar a los niños de pequeños, ella siempre estaba hablando de Dios, ella hablaba mucho, mucho, mucho, ¡si no lo sabré yo!, yo dejaba todo y me iba al comedor, me sentaba en una silla y ella me hablaba mucho. Aunque tuviéramos muchas cosas que hacer a ella no le importaba, dejaba todo y me decía, "ven, que te voy a decir cosas", y nos sentábamos y hablaba. Me contaba muchas cosas.

Ella en la casa también trabajaba mucho.

Para prepararme para el matrimonio me explicó, me daba buenos consejos, como si fuera su hija, y todo el bien para mí, me decía que la suegra era la madre de mi marido y que tenía que quererla.

La amistad y la relación la hemos mantenido toda la vida, se preocupaba siempre de mí y de mi familia.

Yo a Dª Amparo la tengo como si fuera una santa, ¿qué voy a decir? A mí me ha hecho mucho bien, mucho bien, mucho bien y a todo el mundo que conocía, y me han ayudado mucho, en todo lo que yo necesitaba. Me han tenido que aguantar y soportar mucho, porque mis hermanos no me dejaban vivir, cuando no era uno era otro, y como ellos me querían ayudar tanto, pues para ellos los problemas míos eran los de ellos. No me decían: "¡Pues apáñate como puedas!, porque nosotros ¿qué culpa tenemos?" Nunca obraron así.

Era como si yo fuera su hija. Ellos me ayudaban en todo y en todos los problemas me sacaban adelante.

TOMASA VALDEOLMOS


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